miércoles, 8 de abril de 2020


Te quiero por que me enseñaste a luchar:



Alguna vez, de niño, escuchaba a la gente decir que detrás de un gran hombre siempre había una gran mujer.
Un día de adolescente, y un poco existencialista. Pensé en que yo era un gran hombre pero no tenía una gran mujer detrás.
Luego, con los años fui confirmando mi pensamiento, pues conocía mujeres pero nunca a esa “gran mujer que andaba atrás de mí”
A mis casi 30 conocíaños, a una mujer linda por inteligente, hermosa por diferente, preciosa por rebelde. Ella me enseñaba que la vida era una y no se podía pasar por desapercibido, al menos con uno mismo, y “que la felicidad se lograba con pequeños detalles”.

En tan solo semanas de compartir con ella, aprendí que si iba a estar detrás de alguien, era para ayudarle a coger impulso. 
Que si yo iba a estar delante de ella, era para ayudarla a levantarse -porque sabía que lo iba a hacer-.
Cuando la empecé a querer y vi el valor hermoso que tenia en mi vida y todo lo que era capaz de hacer por ella, recordé mi escepticismo ante aquella frase de la niñez, y entendí por qué no cobraba sentido, o por qué nunca lo había cobrado para mí. Pues al tenerla a mi lado, por fin, tomaba sentido.

¿Que “detrás de un gran hombre hay una gran mujer”? ¡Mentira!
Detrás de un gran hombre no hay nadie, porque su compañera camina al lado –de la mano-, nunca atrás.

Yo no quiero una novia, quiero una guerrera… Yo quiero una compañera.

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