Usted y su maldita costumbre de hacerme feliz todos los días, pero desesperar mis mañanas a la espera de un nuevo regreso.
¡Mesero! Una cucharada más de amargura para mi café, por favor. Debo sacar del alma esta desolación inconclusa que se apiada a medias de mi desgracia. Intentaré cargar menos angustia en los bolsillos de mi desgastada camisa, porosa y ajada de tanto cubrir la piel de mi cuerpo marchitado y cansado.
domingo, 20 de enero de 2013
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